Trauma 1: La boda
Mis padres no estaban casados cuando dimitio el presidente. El evento se celebro en la intimidad unos 6 años despues, cuando yo era mocito pinturero, perseguido por cuantas tias pellizca-mofletes existian. Rubicón de ojos glaucos y sonrisa mellada, era la desesperacion de propios y ajenos por mi tendencia al recorte, despiste y fuga. Mas de una vez me recuerdan que en plena Semana Santa sevillana me zafe de la mano paterna, y se me reconoció y se me halló allá donde no se me esperaba: en el bar habitual tomando un montaito de atún y bebiendo una fanta. Con estas referencias, es de comprender la decisión tomada por mis progenitores: No me invitaron a su boda. Yo que me veia a mi mismo como muchacho porta-alianzas, que hasta a los perros les enseñan en las cutrepeliculas de antena3 por la tarde, y fiajte por donde, que me gane un viaje a casa de un amigo, y al dia siguiente, tras el evento, de vuelta a la vida normal. Tanto es asi que me enteré de tal acto con mas de 14 años. Ahora, con la distancia que da el tiempo, me doy cuenta del acierto, pues en mas de una boda que asistimos por obligacion, era imposible encontrar foto de los novios cuyas rodillas no se viesen decoradas por la presencia de un querube rubio y socarron.
1 Comments:
Ay, que me alegra tu vuelta, niño...
Qué quieres que te diga, yo pagaría por verme liberada de las invitaciones a bodas. Aunque siendo la de tus padres, hijo... ya les vale...
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